domingo, 30 de octubre de 2011

Sube y baja

Up and down, subidón y bajón. Eso es lo que mejor define a este país. Pensé que era cosa mía pero me he dado cuenta de que es el sentimiento de un altísimo porcentaje de las personas que viajan a este país (siempre están los iluminados de turno que dicen que esto es el mejor lugar del mundo). He estado una semana recorriendo una mínima parte de este lugar y si estando en Bombay cada minuto se convierte en ciento ochenta segundos, cuando te lanzas a la aventura simplemente cada minuto se convierte en una hora.
Todo empezó el domingo pasado a eso de las seis de la mañana. Yo era un manojo de nervios, primero porque me iba a encontrar con mi amigo Gus al que hacía más de un año que no veía, y segundo porque era hora de viajar por este subcontinente, sin tener muy claro la ruta a seguir; y no es que eso me ponga nervioso ya que esa ha sido mi forma de moverme siempre, pero aquí, en un país en el que planear algo puede tanto ahorrarte seis horas de un día como puede hacerte comprender que planear no es sinónimo de acertar, el ir a lo que salga daba más sentido a la palabra aventura.
Llegué a Delhi a primera hora, cuando el sol acababa de despertarse y hacía preveer que sería un día muy caluroso. Me sorprendió ver que las carreteras estaban asfaltadas, que las orillas de las mismas eran parques y zonas verdes, que la capital de India iba a ser una ciudad limpia y ordenada; no me lo podía creer… y no fallé. Unos kilómetros más adelante volví a la realidad y me sumergí otra vez en el caos infinito; cientos de miles de coches, motos, vacas, rickshaw, gallinas, millones de personas y un alto grado de contaminación tanto ambiental como acústica, gobernaban el caos de la enorme ciudad india. Al llegar a la estación principal de trenes de Delhi mareas humanas iban de un lado a otro esquivándose unos a otros y sorteando todo aquello que les salía en su camino; y allí, en medio de aquel enorme revuelo pude distinguir a la persona que estaba buscando y por fin empezar el viaje juntos.
La Guest House donde nos quedaríamos la primera noche era de lo más, ¿como diría yo?, de lo más salvaje. Un árbol, y todo un ecosistema, crecían en el baño abriéndose paso por la pared que daba a la habitación. Yo sabía que no era bueno dormir con plantas en tu lugar de descanso, pero ¿un árbol? de eso nunca había oído hablar. Allí dejamos nuestros enseres y salimos a la calle, sin saber a lo que nos exponíamos. Nos dirigimos al Fuerte Rojo por una calle en la que creo que había más personas por metro cuadrado de las que debería estar permitido por ley. No se si sería por Diwali, o por Delhi, o por que simplemente es así, pero una persona más allí y aquello colapsaría. 
 




Y ¿el Fuerte Rojo? Un pequeño oasis en el desierto de multitudes. El calor hacía de las suyas así que un enorme árbol nos daría cobijo; era hora de hacer una pausa en el camino para asimilar lo que en tan solo dos o tres horas nos había pasado. Una familia de indios nos vió y no dudó en acercarse a nosotros para compartir aquella sombra y entablar una conversación basada en las cuatro cosas que sé decir en hindí para el deleite de aquella buena gente, que se reían un montón cada vez que decíamos una palabra en su idioma.
 







El día transcurrió sin muchos más sobresaltos que los ocasionados por el desorden casi ordenado de una gran ciudad, unido al planteamiento de cual sería nuestro siguiente paso. Decidimos ir hacia el sur de Delhi, camino hacia uno de mis sueños. El autobús nos pasaría a recoger a las seis de la mañana y sería un trayecto de unas tres horas, auque en realidad nos recogió a las ocho y pico y el viaje duró algo más de cinco horas, por lo que la llegada a nuestro siguiente destino se retraso hasta que el sol estaba justo encima nuestro y golpeaba con todas sus fuerzas. Habíamos llegado a Agra.

En el autobús, con sus ventiladores adosados, conocimos a unos niños indios que formaban parte de seis familias que viajaban juntos hacia uno de los lugares más impresionantes que jamás he visto. Nos deleitaron con sus canciones típicas de excursión tipo “Un flecha en un campamento”, y lo que en un principio parecía que iba a ser un viaje plagado de griteríos infantiles terminó siendo un ameno intercambio de palabras con aquellos niños sedientos de conocimientos hacia lo desconocido, hacia nosotros. Y viceversa.
Me habían dicho que Agra era un lugar horrible, sucio, y caótico, y como siempre suele ocurrir, la visión de los sitios depende de los ojos que los miren. No voy a decir que fuera un lugar hermoso, limpio y ordenado, ni mucho menos, pero ¡¡tanto como horrible!!. Calles estrechas  repletas de vendedores avanzaban hacia lo que sería el momento cumbre del viaje. Siempre que veía una foto de este lugar me juraba a mi mismo que algún día lo visitaría; que algún día me encontraría cara a cara con él, y así fue. El templo dedicado al amor por una mujer se alzaba delante de mi, imponiendo su salvaje y pacífico poderío, haciendo que tu persona, al menos en ese  momento, fuera insignificante para el mundo. 
El Taj Mahal; toneladas de mármol blanco, colocados perfecta y matemáticamente servían y servirán de reposo durante la eternidad a Mumtaz Mahal, la esposa favorita del emperador musulmán Shah Jahan, quien  mandó construir este complejo de edificios y que servirían como tumba para su amada una vez que ella  falleciera dando a luz por decimoquinta vez. Se tardaron más de veinte años en construirlo y a día de hoy, los dos cuerpos descansan bajo su enorme cúpula,
El sentimiento que me produjo este encuentro tan esperado solo podría compararlo al que padecí al sentir la fuerza del agua en Iguazú, o a la explosión de energía que mi cuerpo experimentó al cruzar las puertas de Santa Sofía en Estambul. Brutalidades moldeadas por la madre naturaleza y por las manos humanas, respectivamente.

Con el desgaste de energía que supone encontrarte con el Taj Mahal, el cansancio se apoderó de nosotros. Aquella noche me dormí con la sensación de haber cumplido otra de mis metas en la vida. Pude soñar con un sueño cumplido, me volví a dar cuenta de que tus sueños se pueden convertir en realidad en el momento que tu los quieras hacer reales, si de verdad lo deseas, con el tiempo llegan.






 Continuará...

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡¡Ya te echábamos de menos!!!
Lo del Taj Mahal impresionante, me imagino lo que habrás sentido pues he sido partícipe de unos de esos momentos mágicos de los que hablas, pero creo que ante éste tuvo que ser aún más, si cabe.
Ahora a reposar y asimilar todas las vivencias de estos días y como no ¡feliz regreso al trabajo!
Un besazo,
Mica

Goyo dijo...

Guau, genial como siempre tu experiencia. Estoy ansioso por leer la continuación a tu aventura. Por cierto, ¿tú no ibas a ver a Metallica? ¿Qué tal fue el concierto?

Nieves Martín dijo...

UFFFF, que fascinación!!!!

Que gran viaje, que fotos tan hermosas Berni!!!! lo que parece fallar en este pais es el transporte porque sitios bonitos hay un monton.

Me quedo con tu última frase que me ha encantado: los sueños se pueden convertir en realidad en el momento que tu lo quieras ser reales.Presiosa!!!!

Besitos Berni :)

Anónimo dijo...

Vaya pasada el taj mahal q sitio y q os encontraseis gustavo y tu alli tuvo q ser increible
Ya te echaba de menos
un besin enorme!!!!!!
rgp

MJ dijo...

Vengo aquí cada vez que publicas una entrada para seguir leyendo un nuevo capítulo de tus interesantísimas aventuras en la India.
Me encanta cómo lo cuentas.

Un abrazo, Berni.

Berni La Plage dijo...

Mica: ya se yo que vivimos uno de esos momentos juntos!! fue mágico!!! un besu enorme!!!

Goyo: Metallica??? en la próxima entrega ;) Ver para creer. Un abrazo

Muerte Roja: La verdad que las distancias aquí son enormes. 160 km puedes tardar en recorrerlos 4 horas... Sigue tus sueños ;) Un beso grande

Rosina Turner!! que hoy es tu cumple!!!! a ver si puedo hablar contigo. Muacksss

MJ: y me encanta que te pases por aquí. Muchas gracias ;) Abrazo fuerte

Anónimo dijo...

grande Ber!!! siemore mola leer tu Blog, estabamos echando unas risas mi hermano y yo, leyendote...jejeje!!! y dandonos envidia!!!
Un abrazo Barba.