miércoles, 14 de diciembre de 2011

Todo cambia

Todo está en continuo movimiento en esta vida; también existe la forma de estancarse y no ir hacia adelante, pero creo que éste no es el caso de ninguno de nosotros. Todo cambia ya que todos los días aprendemos algo nuevo, algo que nos enseña una nueva página del libro que cada uno de nosotros escribimos a lo largo de nuestros días: El libro de la vida. ¿Qué hay más cotidiano que la opción de escoger entre dos caminos que se te plantean cada día de la semana? Carne o pescado, pasta o arroz, blanco o negro. Siempre está esa encrucijada en la que cualquier camino que tomes te va a deparar un destino distinto. 
Durante un tiempo dudé si cambiar de piso o no; cinco meses durmiendo en aquel sofá y la letrina que hacía la función de “toilet” fueron los causantes de que tomara el camino hacia el cambio.  Siempre que me mudo de casa no miro hacia atrás; atrás se quedan los recuerdos de lo vivido. Simplemente me despido y parto. He dejado infinidad de cosas en mis anteriores hogares; supongo que se quedaron allí por alguna razón.
Dharavi
Mi nueva casa está situada en el barrio de Mahim, unos kilómetros más al norte de la ciudad. Un barrio en el que habitan hindús, musulmanes y cristianos, Un barrio lleno de vida a las orillas de uno de los mayores slum  del mundo, Dharavi, con poco más de kilometro y medio de superficie, está habitado por un millón de personas hacinadas en sus pequeñas chabolas. Es la otra cara de India, la cara más triste.
India también está sufriendo cambios; no se si para bien o para mal, pero sin duda está cambiando. La locura por los teléfonos móviles y por las tarjetas de crédito son más que visibles en esta sociedad. El consumismo está golpeando con fuerza en un país en el que muchas personas pasan el día con un euro en el bolsillo. Los contrates entre las clases sociales se ve en cada esquina, a cada paso. He visto como construían un rascacielos en menos de cinco meses.  Estrellas de la música y del deporte empiezan a hacerle guiños a este mercado en continuo movimiento ya que saben que aquí hay mucho dinero (que poseen unos pocos).

 Una estrella del deporte nos amenizó la semana pasada en un velada que jamás pensé que podría disfrutar. Tony Hawk, uno de los más grandes skaters de la historia nos deleitó, junto a sus amigos, de una tarde noche de lo más espectacular. Giros infinitos sobre su tabla, trucos imposibles en la rampa, en fin, un auténtico genio con sus cuarenta y pico años de edad. La verdad que iba con miedo si se celebraría o no, todavía tenía muy reciente lo de Metallica, pero está vez todo salió bien, aunque Tony no consiguiera realizar el mítico 900.
Y otro cambio es el que experimentas respecto a esta ciudad. Hay días que te apetecería desaparecer, huir del ruido y del polvo, huir de los contrastes que asolan estas calles. Huir sin mirar atrás, haciendo la vista gorda ante tantas desigualdades. En cambio, existen otros momentos en los que esta ciudad te envuelve, te atrapa como ningún otro sitio lo había hecho anteriormente. Son cambios continuos, en tan solo diez minutos puedes pasar del amor al odio, o viceversa. No solo los contrastes son sociales, también son existenciales.
Y ahora que se avecina el fin de este 2011, pasaré diez días con los míos, disfrutando cada minuto que pase con ellos, y dispuesto a empezar el 2012 aquí, en India, a la espera de nuevas aventuras. Desde aquí os deseo lo mejor de lo mejor a cada uno de vosotros, y que el nuevo año que asoma la cabeza os traiga todo lo que le pidáis.
Salud y feliz 2012







martes, 29 de noviembre de 2011

Siempre nos quedará Mumbai


Cuando parece que la rutina se apodera de tu día a día y tus movimientos diarios se transforman en una repetición de actos, tales como ir a trabajar, tomarte una cerveza con los amigos, volver a casa y dormir, aparece algo que rompe con ese vaivén de historias cotidianas y transforma un simple martes en un día divertido y excepcional. Últimamente, aparte de mi trabajo ando haciendo pinitos por otros lares, otros trabajillos extras para conocer el mundo laboral indio y también, porque no decirlo, para sacarte un puñado de rupias en tu tiempo libre, que nunca vienen mal. El lunes por la noche y a través de un mensaje de mi amigo Dani “el galego” apareció la opción de grabar nuestras voces para un evento que no teníamos muy claro de que se trataba. ¿Por qué no? dijimos; cualquier cosa es válida para descubrir nuevos horizontes en esta ciudad. Nos citamos cerca de mi trabajo, pasamos a recoger las entradas para el show de este sábado (¡¡¡viene Tony Hawk a Mumbai!!!) y nos dirigimos a Mahim para ver que se cocía por allí. Sabíamos que tenía algo que ver  con una película de Bollywood, pero realmente íbamos a ciegas hacia aquel  lugar lleno de oscuridad y vida callejera. El grupo lo formábamos gente hispano hablante: gente de Mexico, de Perú, de Colombia incluso de Brasil. ¿Nuestro trabajo? Doblar una película llamada “Spanish Masala” y hacer ruido, mucho ruido para que el festival de la tomatina cobrara vida en la película que se estrenará a finales del mes de diciembre aquí en India. No os podéis imaginar la risa que pasamos en aquel cuarto que hacía la vez de estudio de grabación. “Tomate, más tomate” gritábamos entre las carcajadas que nos producía aquella situación tan rocambolesca: gente desconocida, metidos en una habitación de tres metros cuadrados gritando al aire lo que nos venía a la cabeza. Se pudo escuchar desde un mítico “ándale ándale aquí hay tomate” gritado por una chica mexicana hasta  “ponme una botellina sidra” que creo que no hace falta decir quien lo gritó.  Lo que en un principio iba a ser una grabación de media hora se transformó en un largo periodo de tiempo que sobrepasó las cinco horas ya que alguno de nosotros también pusimos la voz a distintos personajes de la película (que dura es la vida del artista) J.
Cuando terminamos, este, mi primer acercamiento al mundo del cine, el director decidió que hoy se continuaría con la grabación, por lo que nos citó a algunos y algunas de los allí presentes para esta tarde, para finalizar el doblaje de esta película, que por lo poco que vi, tiene toda la pinta de ser un tanto… bueno, prefiero reservar mi humilde opinión de cinéfilo sin fundamento.  Esperaré a que se estrene para conseguirla en el “Top manta indio” y hacérosla llegar.
Nuestra conclusión fue que estas cosas sólo pueden pasar en este país. Hay gente que estudia para esto, que se preparan durante cinco años para trabajar en esta industria gigantesca que es el cine; y aquí, en India, por una simple llamada de teléfono, te ves al día siguiente doblando una película de la que no tienes ni idea de cual es el argumento. Esto es India, pasen y vean…

FELIZ SEMANA

viernes, 18 de noviembre de 2011

Volviendo a las andadas

Hace varios días que no os vengo a visitar; no se si será debido a la contaminación, o al desgaste que te produce esta caótica ciudad o causas que desconozco pero mi inspiración se ha tomado unas mini vacaciones. No obstante, creo que las cosas siempre pasan por algo y estos días, cada vez que intenté ponerme delante del ordenador y plasmar mis experiencias para colarme en vuestro tiempo libre, la página del blog no estaba disponible, como si un hacker invisible no me dejara acceder a mi mundo de palabras tecleadas, como si supiera que no estaba preparado para seguir escribiendo. Supongo que la inspiración no siempre está cuando la necesitas, haciéndonos siervo de ella para cuando sea el momento de continuar con el bombardeo de anécdotas.
Bombay la nuit

Como era de suponer, y todo el que  me conoce sabrá de lo que hablo, es época de cambios en esta ciudad. Como si de un vicio se tratara me voy a cambiar de casa y de barrio. Y digo un vicio ya que no recuerdo una ciudad en la que haya vivido en la que palabra mudanza no hiciera acto de presencia. Quiero pensar que mi manera de actuar se debe a la necesidad que mi cuerpo experimenta cada poco tiempo de querer conocer algo nuevo. Si sólo vives en una zona de una ciudad dejarás de conocer otros barrios, otras calles, otros submundos. Por lo que el mes de noviembre se consumirá en el que fue mi primer barrio en Mumbai, Lower Parel, para dar paso a otras experiencias, a nuevas gentes. Dicen que el matrimonio, el divorcio y las mudanzas son las tres cosas que más estresan a una persona; pues bien, mi matrimonio va viento en popa; hace varios años que me case con la vida y en ningún momento he pensado en divorciarme de ella, por lo que dejaré que sean las mudanzas las que alteren mi ritmo de vida.

Esta enorme urbe tiene la facilidad de agotar tu energía diaria en tan solo medio día. Su intenso tráfico, el ruido constante y la alta contaminación hicieron que la semana pasada me escapara tres días al que yo recordaba como un oasis de paz y playas semidesiertas. Mi regreso a Goa estuvo marcado por quince horas de autobús que dieron para mucho. La mejor de las cosas ocurrió justo al final del trayecto, no sin antes ver como la policía desalojaba a una familia con un bebé de la “gua gua” que nos transportaba. Eran las dos de la mañana y allí, en medio de la nada, los dejaron tirados entre gritos e insultos (eso creo suponer ya que el hindi, a voces y con un ojo cerrado es difícil de entender).  Una cosa que me llamo mucho la atención de este viaje en bus fue el uso del aire acondicionado. Al empezar el trayecto te daba la sensación de estar dentro de un congelador con ruedas. El aire salía por las rendijas desesperadamente, como si nos estuviera esperando hacía mucho tiempo, con sed de venganza. ¡¡Creo que pocas veces pasé tanto frío!! Una vez el sol entraba por las cristaleras del autobús, el conductor creyó conveniente apagar el aire, convirtiendo el congelador en un horno para pollos que llevan ocho horas enfriando y en movimiento. Nunca dejarán de sorprenderme :)  Pero la espera tuvo su recompensa. Quería pasar un fin de semana tranquilo, a mi aire; inspeccionar aquel lugar que me había encandilado cuando fui con mi prima. Pero hay veces que las cosas no salen como planeas y en aquel “horno-congelador” conocí a una pareja que viajaban por India y que se iban a reencontrar con un amigo de la infancia. Sin dar tiempo a la duda decidí pasar esos días en compañía, de una gente que desde el principio sentí que me los había cruzado por algo. Nos dedicamos al relax y a pilotar una Enfield, la mítica moto india, por las carreteras llenas de selva del estado de Goa. Fue un fin de semana de los que no se olvidan. Unas personas a las que nunca olvidas.

Llenando el deposito


Y ahora toca preparar mi escapada al otro lado del océano. En tan solo un mes estaré volando rumbo a mi gente. Aunque uno ya sabe lo que es vivir separado de los suyos, nunca te acostumbras al cien por cien a las distancias. Siempre notas dentro de ti un pequeño vacío que nada ni nadie puede llenar. Los tuyos son los tuyos, eso está registrado en las leyes de la vida.


Salud, suerte y lo mejor de lo mejor para todos vosotros y todas vosotras.

FELIZ FIN DE SEMANA!!!



Vaca en primera linea de playa






lunes, 31 de octubre de 2011

Sonrisas y lágrimas

Al día siguiente por la mañana, después de desayunar con el Taj Mahal de fondo, cogimos el tren que nos llevaría a Jhansi. Los vagones abarrotados y la imposibilidad de subir al tren nos hizo dudar si meternos en el vagón de las mujeres (éstos existen por razones obvias) pero no nos pareció muy buena idea, por lo que nos subimos, con el tren ya en marcha, en un vagón cama. 


En las casi cinco horas que creo que duró el viaje por lo menos cien personas pasaron a ofrecer algo, ya fuera comida, bebida o una ayuda para sobrevivir en el cruel mundo de la pobreza y las mafias.










Llegamos a Jhansi, un ciudad con poco más de medio millón de habitantes, y creerme si os digo que la mitad estaban esperando la llegada de los viajeros, en dos filas, dejando un pasillo en el medio para que pasarás por allí y  poder convencerte de que su rickshaw era el mejor, el más bonito y el más barato. Aquí os dejo un video para que podáis entender lo que es la salida de la estación de trenes. Pincha aquí para ver el vídeo



Tras unos quince kilómetros en richshaw aparecimos en Orchha antes de que se pusiera el sol. Un pequeño pueblo fundado en 1501 y rodeado de templos, vegetación y el río Betwā, un lugar perfecto para darse un chapuzón.




Anochece en Orchha



















Aquella tarde y desde lo alto de un templo, vimos al sol esconderse mientras los buitres volvían al lugar donde pasan las noches, justo encima de nosotros.










Amanece en Orchha
Por la mañana el sol amenazó desde bien temprano, así que con su salida recargamos pilas, seguimos al instinto y fuimos en busca de parajes poco frecuentados, con el río como guía. Mientras tanto, India seguía celebrando Diwali.
Pasamos dos días en aquel pequeño pueblo, intentando permanecer alejados de las multitudes y del ruido, sabiendo que la paz se terminaría cuando volviéramos a la capital.






Y como el tiempo vuela y aquí las distancias lo empequeñecen, tocaba volver a Delhi. Conseguimos dos billetes de tren de aquella manera. El vagón en el que nos subimos nos pareció algo de otro mundo. Era puro lujo en India. Viajamos una hora en clase ejecutiva, con su pertinente tentenpié nada más sentarnos y unos asientos reclinables que presagiaban un viaje de lo más cómodo. Pero duró eso, una hora. El revisor nos pidió los billetes y fue ahí donde nos devolvieron al mundo real. Un par de clases más abajo estaban nuestros asientos. Pero el mundo real nos recibió con otra cena nada más sentarnos ¡eso si que es suerte! Y en ningún momento nos quisimos colar en aquel vagón a todo lujo, simplemente nos confundimos. Sino el Karma no nos habría regalado dos cenas J

Esto fue lo más cerca que estuvimos de ver a Metallica
En Delhi nos esperaba otro de los platos fuertes del viaje, ¡¡íbamos al concierto de Metallica!! La verdad que no podía haber un final más legendario para este viaje: ir con un “fan a todo riesgo” de esta banda, como es mi amigo Gus y además en India… ¿qué sería lo siguiente? Sin duda era algo realmente excitante. Pero lo siguiente no tardó en llegar. Atravesamos la ciudad en metro hasta llegar a Gurgaon. Allí se iba a celebrar un hecho histórico. Por primera vez en India, Metallica iba a hacer sonar su música para las treinta mil personas que abarrotarían el recinto. Nada más llegar, y como se suele decir, ¡¡zas!! la primera en la frente. Las tres puertas de acceso al recinto estaban hechas con bambú, por lo que antes de que las abrieran, una ya había cedido. A partir de aquí, ya, todo fueron incongruencias, que por citar alguna os diré que estaba totalmente prohibido fumar en el recinto y allí vendían tabaco. Pero bueno, eso fue “pecata minuta”. El escenario en el que iban a tocar era muy parecido al último que recuerdo en las fiestas de mi pueblo: estupendo para la verbena que reúne a mil personas bailando “Moliendo café” pero no lo suficiente para ver a Metallica en la capital de India. Las vallas de seguridad entre la banda y el público eran también de bambú, supongo que del que les sobró de las puertas de entrada, que por cierto hacían la función de salida y de emergencia. Por supuesto, estas vallas de contención cedieron nada más llegar el público, embrutecido por ver a su banda favorita. Lo que sigue, todo el mundo se lo puede imaginar: el concierto, obviamente se aplazó para el día siguiente. Esta noticia no gustó mucho entre las casi treinta mil personas que esperaban al sol durante más de tres horas el comienzo del concierto. La noticia fue recibida como una declaración de guerra. Gran parte del público se subió al escenario, destrozo todo lo indestrozable, y descargó toda su ira contra nada. Y digo contra nada porque lo único que consiguieron fue que el concierto se cancelará definitivamente, dejando escapar el sueño de otros muchos que allí se encontraban, dispuestos a colaborar para que aquel momento no terminara como el rosario de  la Aurora. ¿Los culpables? Por supuesto los organizadores, cuatro de los cuales ya están en la cárcel, y los bestias que acuden a conciertos y que cuando algo no sale bien, solamente conocen el verbo destrozar. Fue patético ver como aniquilaban todo lo que salía a su paso: instrumentos, escenario, altavoces.
Derrotados, aturdidos y enfadados, cogimos el metro de vuelta a nuestra habitación. No queríamos saber nada más por aquel día. Sinceramente fue como un jarro de agua fría, pero luego pensándolo bien, quisimos creer que aquello había pasado por algo: no era el lugar adecuado para ver un concierto de ese calibre, quizás todo hubiera terminado peor si se hubiera celebrado. Estoy seguro que el destino me volverá a dar la oportunidad de verlos en algún otro lugar del mundo, más seguro y con mejor sonido.

El viaje llegaba a su fin, era hora de separarme de mi amigo y compañero de aventura, dejando para el futuro un nuevo encuentro, un nuevo sueño que cumplir. Que así sea.

























FELIZ SEMANA!!

domingo, 30 de octubre de 2011

Sube y baja

Up and down, subidón y bajón. Eso es lo que mejor define a este país. Pensé que era cosa mía pero me he dado cuenta de que es el sentimiento de un altísimo porcentaje de las personas que viajan a este país (siempre están los iluminados de turno que dicen que esto es el mejor lugar del mundo). He estado una semana recorriendo una mínima parte de este lugar y si estando en Bombay cada minuto se convierte en ciento ochenta segundos, cuando te lanzas a la aventura simplemente cada minuto se convierte en una hora.
Todo empezó el domingo pasado a eso de las seis de la mañana. Yo era un manojo de nervios, primero porque me iba a encontrar con mi amigo Gus al que hacía más de un año que no veía, y segundo porque era hora de viajar por este subcontinente, sin tener muy claro la ruta a seguir; y no es que eso me ponga nervioso ya que esa ha sido mi forma de moverme siempre, pero aquí, en un país en el que planear algo puede tanto ahorrarte seis horas de un día como puede hacerte comprender que planear no es sinónimo de acertar, el ir a lo que salga daba más sentido a la palabra aventura.
Llegué a Delhi a primera hora, cuando el sol acababa de despertarse y hacía preveer que sería un día muy caluroso. Me sorprendió ver que las carreteras estaban asfaltadas, que las orillas de las mismas eran parques y zonas verdes, que la capital de India iba a ser una ciudad limpia y ordenada; no me lo podía creer… y no fallé. Unos kilómetros más adelante volví a la realidad y me sumergí otra vez en el caos infinito; cientos de miles de coches, motos, vacas, rickshaw, gallinas, millones de personas y un alto grado de contaminación tanto ambiental como acústica, gobernaban el caos de la enorme ciudad india. Al llegar a la estación principal de trenes de Delhi mareas humanas iban de un lado a otro esquivándose unos a otros y sorteando todo aquello que les salía en su camino; y allí, en medio de aquel enorme revuelo pude distinguir a la persona que estaba buscando y por fin empezar el viaje juntos.
La Guest House donde nos quedaríamos la primera noche era de lo más, ¿como diría yo?, de lo más salvaje. Un árbol, y todo un ecosistema, crecían en el baño abriéndose paso por la pared que daba a la habitación. Yo sabía que no era bueno dormir con plantas en tu lugar de descanso, pero ¿un árbol? de eso nunca había oído hablar. Allí dejamos nuestros enseres y salimos a la calle, sin saber a lo que nos exponíamos. Nos dirigimos al Fuerte Rojo por una calle en la que creo que había más personas por metro cuadrado de las que debería estar permitido por ley. No se si sería por Diwali, o por Delhi, o por que simplemente es así, pero una persona más allí y aquello colapsaría. 
 




Y ¿el Fuerte Rojo? Un pequeño oasis en el desierto de multitudes. El calor hacía de las suyas así que un enorme árbol nos daría cobijo; era hora de hacer una pausa en el camino para asimilar lo que en tan solo dos o tres horas nos había pasado. Una familia de indios nos vió y no dudó en acercarse a nosotros para compartir aquella sombra y entablar una conversación basada en las cuatro cosas que sé decir en hindí para el deleite de aquella buena gente, que se reían un montón cada vez que decíamos una palabra en su idioma.
 







El día transcurrió sin muchos más sobresaltos que los ocasionados por el desorden casi ordenado de una gran ciudad, unido al planteamiento de cual sería nuestro siguiente paso. Decidimos ir hacia el sur de Delhi, camino hacia uno de mis sueños. El autobús nos pasaría a recoger a las seis de la mañana y sería un trayecto de unas tres horas, auque en realidad nos recogió a las ocho y pico y el viaje duró algo más de cinco horas, por lo que la llegada a nuestro siguiente destino se retraso hasta que el sol estaba justo encima nuestro y golpeaba con todas sus fuerzas. Habíamos llegado a Agra.

En el autobús, con sus ventiladores adosados, conocimos a unos niños indios que formaban parte de seis familias que viajaban juntos hacia uno de los lugares más impresionantes que jamás he visto. Nos deleitaron con sus canciones típicas de excursión tipo “Un flecha en un campamento”, y lo que en un principio parecía que iba a ser un viaje plagado de griteríos infantiles terminó siendo un ameno intercambio de palabras con aquellos niños sedientos de conocimientos hacia lo desconocido, hacia nosotros. Y viceversa.
Me habían dicho que Agra era un lugar horrible, sucio, y caótico, y como siempre suele ocurrir, la visión de los sitios depende de los ojos que los miren. No voy a decir que fuera un lugar hermoso, limpio y ordenado, ni mucho menos, pero ¡¡tanto como horrible!!. Calles estrechas  repletas de vendedores avanzaban hacia lo que sería el momento cumbre del viaje. Siempre que veía una foto de este lugar me juraba a mi mismo que algún día lo visitaría; que algún día me encontraría cara a cara con él, y así fue. El templo dedicado al amor por una mujer se alzaba delante de mi, imponiendo su salvaje y pacífico poderío, haciendo que tu persona, al menos en ese  momento, fuera insignificante para el mundo. 
El Taj Mahal; toneladas de mármol blanco, colocados perfecta y matemáticamente servían y servirán de reposo durante la eternidad a Mumtaz Mahal, la esposa favorita del emperador musulmán Shah Jahan, quien  mandó construir este complejo de edificios y que servirían como tumba para su amada una vez que ella  falleciera dando a luz por decimoquinta vez. Se tardaron más de veinte años en construirlo y a día de hoy, los dos cuerpos descansan bajo su enorme cúpula,
El sentimiento que me produjo este encuentro tan esperado solo podría compararlo al que padecí al sentir la fuerza del agua en Iguazú, o a la explosión de energía que mi cuerpo experimentó al cruzar las puertas de Santa Sofía en Estambul. Brutalidades moldeadas por la madre naturaleza y por las manos humanas, respectivamente.

Con el desgaste de energía que supone encontrarte con el Taj Mahal, el cansancio se apoderó de nosotros. Aquella noche me dormí con la sensación de haber cumplido otra de mis metas en la vida. Pude soñar con un sueño cumplido, me volví a dar cuenta de que tus sueños se pueden convertir en realidad en el momento que tu los quieras hacer reales, si de verdad lo deseas, con el tiempo llegan.






 Continuará...