miércoles, 28 de septiembre de 2011

Cambio de estación


 Tan distinto es este país al que procedo que en el clima no podría ser de otra manera. Cuando ahí llega la estación de los románticos, de las hojas en forma de alfombra de la calle, cuando cambiáis el bañador por el chaquetón y las sandalias por las botas y los zapatos cerrados, aquí es época de decir adiós a las lluvias y al viento monzónico para darle la bienvenida al Astro Rey. Casi desde mi llegada la lluvia me acompañó día tras día, quitándote las ganas de hacer gran cosa, porque la sensación de sentirte calado a mi no me gusta mucho. Durante tres meses del año, este país se empapa de una lluvia tan necesaria como impertinente; una lluvia que llena los lagos de la ciudad para poder abastecer de agua a una parte de la población, ya que no todo el mundo puede disfrutar de un bien tan necesario e imprescindible. La sensación del giro de muñeca y apertura de un grifo para encontrar un chorro de vida es un bien que no está al alcance de muchos.
Las estaciones aquí básicamente son tres, aunque por lo que me han dicho, me atrevería a decir que son dos: verano y monzones. Hablan del invierno también, pero cuando me dicen las temperaturas de la estación de la nieve, me sale una pequeña sonrisa pensando en el cálido año que me espera. Aquí, en invierno, ¡¡la temperatura máxima baja hasta veinticuatro grados!! Me froto las manos solo de pensarlo. El haber vivido en la mágica isla de Fuerteventura, sentir en mis carnes el calor de Almería con un traje de recepcionista en pleno agosto, el sol castigador de Madrid en aquellos veranos que duraban cinco meses, disfrazado de botones, pues parece que uno se aficiona al calor: es tan fácil acostumbrarse al sol. Y aquí, éste es justiciero, pero bienvenido, más aun cuando eres asturiano y la lluvia marca los pasos de tu vida.
Atrás quedan las tardes mirando por la ventana viendo llover, con la boca abierta al ver tanta agua caer y desbordar el caos que impera en esta ciudad. Esa es una de las cosas que me han llamado la atención estos últimos días: ya no abro la boca. Al llegar todo me alucinaba, cualquier cosa que veía me impactaba tanto, que sin poder digerirlo se alejaba entre la multitud. Ahora, después del periodo de impacto brutal, disfruto los momentos cotidianos del desorden. Una simple imagen del sol reflejado en una de las casas que veo desde mi ventana, me hicieron ver donde estaba, en que lugar del mundo me encuentro. Y aunque os lo describa con  mil palabras, una imagen vale más, y la tengo grabada en mi memoria. Son esas pequeñas cosas, esos momentos que tan sólo duran segundos, los que hacen que te sientas un afortunado de estar viviendo esta experiencia. Ya no me paran por la calle para hacerse fotos conmigo, supongo que habré perdido mi cara de “guiri flipado” con la que recorría este laberinto. En el barrio ya saludo a los tenderos y ellos ya me ven como el indio blanco que vive en el edificio de la esquina; y eso me encanta.

Disfrutar del otoño que el verano siempre regresa, y sino pensarlo de esta manera: nunca más volverá el otoño de 2011. CARPE DIEM

viernes, 23 de septiembre de 2011

A nadie amarga un dulce


Siempre he sido una persona impaciente, cuando algo pasaba por mi cabeza tenía que hacerlo en ese momento; cuando un acontecimiento estaba por llegar, lo único que quería era que pasaran los días hasta la fecha señalada. Quería vivir todo muy rápido, sin pensar que si no disfrutaba de esos días que tanto me empeñaba en que pasaran volando, dejaría escapar la oportunidad de disfrutar momentos que nunca volverían a ser vividos. Un par de meses antes de venir a este país, me propuse intentar dominar mi impaciencia ¿por qué correr tanto si lo importante es llegar? me dije a mi mismo como recordatorio a utilizar cuando la prisa llamara a mi puerta. Y la verdad que no me costó mucho aclimatarme a ese nuevo estado que estaba empezando a conocer, la paciencia, y digo que no me fue difícil ya que los resultados empezaron a llegar rápidamente, como si fuera el destino el que se quería dar prisa para que me diera cuenta muy pronto de que las cosas con calma se llevan mejor. Y el ejemplo más claro fue, que gracias a la paciencia (y a un poquito de suerte también) la oportunidad de venir a India apareció como por arte de magia. Recuerdo que estaba en Francia trabajando y un crack de la vida me llamó para decirme que me habían concedido la beca. ¡¡Cómo lloré!!... y grité y salté y le di gracias a la paciencia por hacer tan bien su trabajo. Me quedaba poco más de un mes para saltar a este mundo tan distinto y era la hora de poner a prueba más que nunca  la capacidad de controlar los nervios. El instinto salió de su letargo y los nervios se apoderaron de aquella habitación en la que me encontraba. La impaciencia asomaba la cabeza… así que recuerdo que escribí un email a mis amig@s contando la nueva aventura en la que estaba destinado a embarcarme, y de este modo apaciguar el fuego que en ese momento ardía dentro de mí. Respiré hondo…

Desde que estoy aquí no he sentido el placer que produce dormir en una cama, mi amigo el sofá me acurruca todas las noches mientras sueño como nunca lo había hecho; supongo que aquí se magnifica todo, y tu cerebro ve tantas cosas nuevas día a día que por algún lado tiene que explotar.

Vista desde Taj Mahal Hotel
Vista desde mi casa
Ayer organizamos en el trabajo un evento para promocionar el turismo de España en India y a la verbena acudieron ilustres personalidades tanto políticas como artísticas, y como a mi lo que me gusta es el arte, vamos a dejar de lado el otro lado. Un “peaso” de artista de la talla de Jesús Carmona nos deleitó junto con Kike, percusionista, de un espectáculo que me dejó con el alma “aflamencá”. Dos jóvenes con un pasado, un presente y un futuro lleno de magia y arte unidos por la música. También dio un pequeño concierto Maria del Mar, la cantante del exito en Bollywood de “Señorita”.  Y fue al final de este concierto cuando el fruto de la paciencia apareció. Acompañé al bailaor y al mago del cajón al aeropuerto, y a pesar de haber demostrado que eran unos grandes artistas me demostraron ser dos tíos “cojonudos” y  me ofrecieron una habitación que se quedaba libre aquella noche en el Taj Mahal Hotel de Bombay.

 


Le sería infiel a mi sofá, aunque solo fuera por una noche. Dormí en aquella cama como si no hubiera mañana, tenía tantas almohadas que las rifé para ver con cual de ellas pasaría aquellas seis horas que me quedaban antes de ir al trabajo, envuelto en sabanas blancas recién planchadas. Otra vez más, la paciencia dormía a mi lado, esta vez y por primera vez, en un hotel de lujo. Y soñé muy profundo.



Muy grandes


Y la paciencia también ha querido premiar a mi querida prima. Años esperando el momento de venir a este país y por fin ya lo está viviendo; y gozando… ¡¡y lo qué te queda prima!! Nos vemos el viernes en Goa!!

Paciencia. Y todo llega.
Suerte y salud. Y por supuesto un MUY BUEN FIN DE SEMANA

martes, 20 de septiembre de 2011

Lo que de verdad importa


No es que quiera excusarme en este blog para hablar de mis sentimientos, ni tan siquiera se me hubiera pasado por la cabeza hacerlo cuando lo empecé, más bien lo quiero utilizar para contar mi experiencia en este enorme subcontinente que es India. Pero hay cosas que se escapan a los sentimientos y a las experiencias, hay cosas que superan todo eso y están en un  plano superior. Nunca he sido muy amigo de los niños, me gustaban pero los de los demás y tan solo entre cuatro y nueve minutos. Más tiempo ya me parecía demasiado…

Hoy me he dado cuenta por enésima vez, de que Internet es el invento, al arma que cambió este mundo. Me imagino que si  hubiese sido un poeta en el siglo XV y un tal  Gutenberg apareciera con algo llamado imprenta, diría que era el mejor invento de la historia, o cuando Armstrong supuestamente pisó la luna, y digo supuesta para preservar la presunción de inocencia,  y yo fuera un ciudadano de a pie diría que nos encontramos ante el acontecimiento por excelencia en la historia, pero no amig@s, vivo en el siglo XXI y al haber crecido con grandes inventos ya inventados  tengo que otorgarle a Internet el título de “El mejor invento de la historia”. Y repito, que hoy me he dado cuenta por enésima vez. Nunca he sido fan de las cámaras web, quizás por no romper la intimidad con mi portátil, pero hoy gracias a  este invento del mini gran hermano en tu casa, he vivido un momento, no se como decirlo, un momento muy puro.

Y he aquí cuando se juntan las dos historias; por una parte los niños y las niñas pequeñas y por otra el maravilloso mundo de Internet y su ojo que todo lo ve.

Si algo hay cierto en esta vida son las matemáticas y una de sus refranes verdaderos, que habla de que siempre tiene que haber una excepción en  toda regla, y así es,  hoy la vuelvo a confirmar. Y con esa excepción me he topado yo esta mañana; la he visto hacer monerías por la pantalla, he visto como crece a toda velocidad, he sentido que la tenía a mi lado, y me ha dicho que me quiere… , y os aseguro que se me para el corazón, ¡esta pequeñaja me lo ha robado! Mi hermano, mi cuñá, esa enana llena de vida, y no me podría olvidar de mi querido amigo Zizou, una preciosa esponja de pelo blanco que se hace pasar por gato, han estado aquí, conmigo, mientras veía sus caras a través de la Red.   Le he dado las gracias al Todopoderoso inventor de Internet, ya que  sin él esto no hubiera ocurrido.

El cambio de “mándame una postal” a “escríbeme un email y cuelga las fotos” ha sido un cambio brutal, un mundo infinito de posibilidades a tu alcance por tan solo un “click”. Un cambio tan grande como el que yo he experimentado hacia los niños; Internet cambió el mundo; Prubina, mi forma de ver la vida.

A mi familia

viernes, 16 de septiembre de 2011

Orden caótico

Sun is shining, the weather is sweet así lo decía el mismísimo Bob Marley en una de sus conocidas canciones y eso es lo que cantó ahora cada mañana al levantarme. Después de casi una semana sin asomarme a la ventana blogrera debido a falta de tiempo y también porque no decirlo, a una falta de energía en mi cuerpo, hoy vuelvo a sentarme delante de estas teclas ansiosas por ser golpeadas, como si echaran de menos mis dedos y viceversa. La falta de energía vino dada por el cambio de estación que estamos sufriendo en India. Los monzones poco a poco se alejan dando paso a unos tímidos rayos de sol al levantarte, si bien es cierto que todavía no se puede cantar victoria, porque sin ir más lejos, ayer cayó un chaparrón de los que te dejan calado, pero ya lo hacen de una forma más cobarde, asoman sus nubes, descargan y desaparecen, por lo que la llegada de Lorenzo a estas tierras está cada vez más próxima.

Cincuenta y ocho días en India dan para mucho, y así lo siento. Me da la sensación de que llevo mucho más tiempo aquí, inmerso en esta cultura y esta sociedad apabullante y sincronizada con la desincronización. Cuando llegué os relataba el riesgo que conllevaba aquí cruzar la calle y ahora, como un indio más, domino el arte del esquive de coches, motos, camiones y demás aparatos con ruedas, simplemente es dejarte llevar. En todo este tiempo sigo sin ver un solo accidente, ni un atropello y creerme cuando os digo que me parece imposible. El arte de conducir en esta ciudad debería ser nombrado como bien de interés cultural. Lo que en un principio te parece extremadamente peligroso, con el paso de los días se transforma en un ir y venir de vehículos, guiados por el más coherente de los caos y en el que no tiene cabida la organización; y así les va bien. No me imagino esta ciudad con ningún tipo de orden, no me la imagino sumida en un conjunto de leyes que prohíban hablar por el móvil mientras conduces una moto llevando a dos personas de paquete y a la vez adelantas a dos coches que circulan en paralelo invadiendo el carril contrario; es más, no me imagino el carril contrario. Ríos de gentes inundan las carreteras esquivando todo lo que sale a su paso, ¿Qué viene un camión? Ya se apartará. En medio de este caos circulatorio puedes ver a un agente de tráfico mover las manos y la verdad que no se muy bien para que, ya que no veo que le hagan mucho caso. La gente cruza por el medio de las avenidas y son los coches los que te esquivan, por supuesto entre miles de pitidos, pero a eso uno se acostumbra. Me han dicho que Bombay es de los sitios más organizados para conducir en India… Y aunque me cueste, me lo tengo que creer.

El sábado pasado tuvimos visita en casa. Unos amigos de mi compañero de piso, y aquí en público quiero decir que es una magnifica persona, vinieron a compartir la tarde-noche del sábado con nosotros. “Party party” gritaban al llegar. -Madre mía- pensé, a ver que hora se acuestan hoy estos muchachos y lo más importante, a ver a que hora dejan que me acueste yo. La fiesta consistió en un vaso de whiskey cada uno y un puro habanos que se fumaron entre los seis. Atónito y con mi cerveza en la mano alucinaba cada minuto que pasaba. El subidón del humo cubano hizo que me pidieran que pinchara música para ellos. He puesto música en lugares difíciles, con público extraño incluso pinchando música que odio, pero aquella situación me desbordaba. ¿Qué les pincho yo a un grupo de seis amigos indios en una habitación de mi casa “colocaos” con el veneno de un partagás? Me arme de valentía y rompí con el mismísimo Fary. La fiesta se desmadró; como locos. Me había ganado al público; era hora de jugar fuerte. Bailaron con los Chichos, con Dixebra, con los Mártires del Compás, pero el momento cumbre llegó cuando sonó el tema de “Yo quiero ser gaiteru”. Intentaban repetían la letra mientras brincaban en aquella habitación que cada vez se hacía más pequeña. Fue uno de los momentos más entrañables desde mi llegada a este país, sin lugar a dudas. Y lo que en un principio parecía que se iba a convertir en una noche loca, pronto concluyó, y a las once de la noche cada uno para su casa y aquí paz y después gloria. Como siempre, no deja de sorprenderme esta cultura.

Y ahora toca calma, un fin de semana por delante para disfrutar del silencio, ya que por fin se acabó el festival que durante más de quince días atronó mi tranquilidad y a esperar a mi prima Ana, que el próximo martes la tendré conmigo, dispuesta a disfrutar de este país, a enloquecer con su loca cordura, a vivir intensamente unos días de los que estoy más que seguro que nunca los olvidará. Aquí te espero prima. Bienvenida a India!!!

sábado, 10 de septiembre de 2011

Mumbai: Vida nocturna y su fauna


He sido ave nocturna durante varios años de mi vida; ya bien haya sido trabajando o simplemente disfrutando de la noche como buen hijo de vecino. He conocido la fiesta en varias ciudades alejadas en el espacio, en culturas diferentes, en ambientes distintos, con horarios que nada tienen que ver unos con otros. Podría hablaros de la noche en el mágico Brasil, o en la fría Inglaterra; también la he vivido en Norteamérica u otros países Latinoamericanos. En Europa también he bailado al son del ritmo alemán, o de la nuit parisina y otras ciudades del país galo; incluso en el país de los tulipanes he hecho mis pinitos y he vivido la dolce vita italiana. Tampoco se me ha dado mal los fados portugueses  Pocas ciudades españolas se han escapado de mis pasos de baile y todo esto para darme cuenta de que la noche es igual en todos los lugares del mundo. Puede cambiar la decoración del local, la música, el ambiente, la moda o los precios de las bebidas, pero he llegado a comprender que en la noche lo importante es la compañía, el círculo en el que te muevas ya que como os he dicho creo que la “party” es igual estés donde estés: es fiesta y para la cama. Pero toda mi teoría se ha venido abajo en este país. Tengo muy claro que no he venido aquí a disfrutar de las fases lunares, no está dentro de mis propósitos, pero bueno, una vez al año no hace daño y por fin he conocido la marcha de Bombay. Como no podía ser de otra forma, aquí es distinta, aquí la vida nocturna y su fauna me han dejado con la boca abierta.
He estado en varios locales y cada uno es de su padre y de su madre. Comenzando por el internacionalmente conocido Hard Rock Café; he visto en medio de la noche como dejaban de servir copas para asistir al baile, al más puro estilo Coyote Bar, de todos sus camareros al son del YMCA; lo tenían preparadísimo, una coreografía ensayada por semana les subía a lo más alto del local para deleitar a las mocinas allí presentes. Esto tampoco es algo que me llamara la atención, he visto bailes mucho más obscenos y cutres en mi corta vida, pero sería el aperitivo de lo que la noche me tenía preparado.
Aquí para moverte necesitas del transporte público, en este caso son los famosos rickshaw o Tuk Tuk, los que te trasladan de un local a otro, y que cada vez que me montó en uno vienen a mi cabeza recuerdos de cuando conducía aquel motocarro para repartir desayunos por Oviedo. Cogimos tres para llegar a nuestro próximo destino, y fueron tres ya que el primero no tenía ni idea a donde nos dirigíamos y tuvimos que bajarnos, el segundo se quedo sin motor en medio de un cruce y el tercero agotó su última gota de combustible antes de llegar al lugar elegido, por lo que terminamos nuestro viaje andando. Al llegar a la disco, fue ahí donde mi idea sobre la noche cambió por completo. Unos ciento cincuenta hombres y unas cinco o seis mujeres abarrotaban la sala bailando los últimos hits de la música india. Me dio la sensación de viajar en el tiempo a finales del siglo pasado, como si acabará de entrar en la discoteca Aruba, puntera allá por el año 1990 en mi Vetusta natal. Unos bailaban mirándose al espejo,  retocándose el tupé, gustándose mucho.  Otros danzaban agitando su cuerpo como si de una coreografía de “los bailes de gimnasia del colegio” se tratara. Otros simplemente miraban a aquel grupo de blanquitos que estaban en la pista de baile, preguntándose como demonios habrían acabado allí, y sacando, con disimulo, fotos de aquel momento diferente a cualquier otro día de fiesta desenfrenado al ritmo del “Del pita pita Del”. Un chico se acercó a mi para que le acompañara en su baile “bollywoodiense” pero ante mi torpeza, el joven prefirió deleitarme con unos pasos al estilo George Dan bailando break dance. Perdonen la expresión, pero aquello fue acojonante. Pocas veces me he reído tanto ya que el baile era de lo más… (nota del autor: elijan ustedes entre las siguientes calificaciones) hortera, cutre, ridículo, divertido, estilo eurovisión… Cada risa que yo soltaba hacía que el chaval se viniera arriba, subía, bajaba, patadita de Bisbal, movimiento de cintura; algo único, de verdad os lo digo. Cuando se acabó la canción se acercó a mi, me estrechó la mano y desapareció ente la muchedumbre del local. Tardé varios minutos en olvidar aquel momento y con Alberto, un tío andaluz majo donde los haya nos echamos a reír como si hubiéramos asistido a un show de Faemino y Cansado.
Otro lugar que conocí fue un restaurante japonés que por la noche se convierte en una especie de discoteca. La decoración me encantó, parecía como si te trasladaras a un templo budista, pero la música… lo más moderno que allí se podía escuchar era el primer éxito de Boney M, y da gracias. Y todo esto en poco más de tres horas, ya que aquí a la una y media cierran el chiringuito, a la una y treinta y uno encienden las luces y a y treinta y dos la policía está en la puerta para que se cumplan estrictamente los horarios.
La noche fue algo así como parte del cuento “Alicia en el país de las Maravillas” muy psicodélica; y para finalizarla, cogí un taxi para volver a casa indicando al taxista si conocía algún local para comprar tabaco, a lo que él asintió. Después de callejear un poco allí estaba él; un hombre con una bicicleta llena de bolsas de plástico en las que cabía todo tipo de cosas. Así que después de regatear con el “portador de necesidades nocturnas”, que quería cobrarme casi el doble del precio normal, me volví a subir al taxi para terminar una “alocada” noche  en esta ciudad que cada día me sorprende con algo nuevo. ¿Qué será lo siguiente? Pues os lo diré ahora mismo. Encontrarte una rata en la cocina de tu casa por la mañana al levantarte.
Esto es India. Ver para creer.

martes, 6 de septiembre de 2011

De buen nacido es ser agradecido



 
Si me aseguran antes de embarcarme en esta aventura por las tierras de Gandhi, del curry y el picante, del cielo azul que se torna en negro en tres segundos, de los festivales ruidosos en honor al silencio de sus dioses; si me aseguran que viviendo tantas experiencias nuevas día tras día, hora tras hora, centímetro a centímetro, paso a paso; si me aseguran que después de ver tantas caras diferentes, tantas vidas dividas por la sin razón de las desigualdades, tanto mundo destruido en un país en construcción; si me aseguran antes de venir que esto es un profundo sueño, me lo hubiera creído.  
 Un sueño del que no me quiero despertar ya que cuando uno sueña no percibe la realidad como realmente es, y este país es real a la par que irreal. En un país en el que miles de personas se mueren de hambre leo en las noticias que una de sus principales ministras envía su jet privado a por unas sandalias que se olvidó en otra ciudad y que incluso mandó construir una carretera privada desde su casa hasta su lugar de trabajo, y esta carretera se limpia cada vez que la usa. Esto no es un país de contrastes, esto es un país de locos. Aunque está claro que esto pasa en todos los lugares de la tierra, por lo que prefiero seguir pensando que estoy soñando y que cuando quiera me puedo despertar y ver que la realidad es otra (pobre infeliz).
Si me aseguran antes de venir que voy a ver crecer rascacielos bajo los cimientos de la más mísera pobreza, si me aseguran que lo que a mi me cuesta un menú del día (ochenta rupias o lo que es lo mismo un euro y veinte céntimos) es para otros muchos el sustento económico de varios días, si me aseguran que el sentimiento hacia las ratas va a ser de lástima al ver a los cuervos devorarlas vivas, si me lo aseguran antes de venir… seguiría viviendo mi sueño desde el más profundo de mis sentimientos oníricos. ¿Para qué despertar?

Por eso prefiero vivir soñando, creando mi propio mundo, mientras la justicia permite las mayores injusticias basándose en castas, religiones y demás desavenencias inmorales a la moralidad.



Porque esto es India, y no es ese país que te pintan en el que todo el mundo medita y se eleva dos palmos del suelo ajenos a una realidad demoledora. Aquí muchos se limitan a llegar al día siguiente, a sobrevivir entre montones de basura y perros despellejados, valorando otros motivos para seguir vivos, tales como la vida, este juego en el que algunos tenemos la suerte de tener las mejores cartas y otros simplemente esperan a que tu juegues tu mano y quedarse con las sobras.


 
Pero aun así este país tiene magia, precisamente por eso, por que la gran mayoría de las personas que aquí viven lo hacen como si fuera su último día, ajenos a los problemas ajenos ya que con los suyos ya tienen bastantes. Y claro que hay gente que vive bien e incluso muy bien, pero no creo que sea un porcentaje elevado. Y por eso siempre digo que soy un afortunado, ya que tengo una casa, un trabajo y sobre todo porque os tengo a vosotr@s, aunque sea en la distancia. No os podéis imaginar cuanto noto vuestro aliento y vuestros ánimos a modo de comentarios, porque vuestras palabras valen más que todo el oro del mundo, gente que ni conozco fuera del mundo virtual me apoya en este espacio que comparto con cada un@ de vosotr@s, el cual es la razón por la que prefiero seguir soñando y creyendo que un mundo mejor es posible. Dos mil gracias a cada un@ de l@s que leéis este blog y me apoyáis; las más de dos mil visitas que ya llevamos las vuelvo a convertir en dos mil besos y abrazos para ustedes, porque realmente sois l@s que hacéis que merezca la pena escribir.

Salud y lo mejor de lo mejor en vuestras vidas, de todo corazón.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Templos, cuevas y vacas


Cada día me doy más cuenta de lo distinto que es este país a todo lo que conozco ¿os imaginais que en España prohibieran el alcohol los días de fiesta o en una verbena de verano? Empezaremos por el principio:
Como anteriormente ya había comentado se celebra en estos días la festividad de Ganesha; ya me habían avisado que era un festival muy ruidoso y que todo el mundo se echaba a la calle. Pero ¿cuánto de ruidoso? No tuve más que esperar a la primera noche para darme cuenta. En el pasillo de la entrada a mi casa, como en muchas otras entradas, instalaron un escenario lleno de luces y colores. Por el día se mantenía en calma pero cuando llegó la noche, ¡ay cuando llegó la noche! Unamos fiestas populares como la Descarga de Cangas, el Carmín de la Pola y cualquier escenario de la fiesta de tu pueblo, y eso multipliquémoslo por dos. Yo ya me había acostado dudando entre si marchar a la mañana siguiente o esperar un día más para relajarme en casa ya que esta semana ha sido un poco más atareada que las anteriores. Mis dudas desaparecieron a los dos minutos de empezar la juerga debajo de mi casa. Sentí la batucada que sonaba como si estuvieran conmigo dentro de la cama, los organillos al más puro estilo Camela india retumbaban sin cesar en las paredes de mi cuarto. Cientos de petardos estallaban unidos a los gritos de la gente que se aglomeraba justo debajo de mi ventana lanzando al aire cánticos en honor a sus dioses, por lo que rápidamente decidí poner pies en polvorosa a la mañana siguiente; y aunque al poco tiempo parecía que se había acabado la fiesta, eso no fue más que un espejismo. Cuando casi estaba conciliando el sueño el primo indio de Carlinhos Brown con todo su equipo empezaron a aporrear los tambores como si no hubiera mañana. El salto que pegué hizo que me incorporará como si de una bailarina carioca se tratara para de esa forma apaciguar mis nervios. Nunca agradecí tanto la existencia de los auriculares y, en compañía de mi admirado Iker Jiménez, me quedé dormido consiguiendo aislarme de aquel atronador ruido que allí abajo se cocinaba.

A la mañana siguiente escapé de la gran ciudad sin saber muy bien a donde me dirigía. Me dieron unas breves indicaciones que al final no tenían mucho que ver con lo que en realidad tenía que hacer, pero como bien es sabido, todos los caminos conducen a Roma. Me advirtieron que no cogiera otro autobús que no fuera un Volvo, y yo pensaba que sería todo un Gran Confort. Nada más lejos de la realidad. Me olvidé que Volvo sólo es una marca, no quería decir nada más… No es que me vaya a volver un sibaritas a estas alturas de la película, pero… ese olor al entrar en el autobús me sacudió durante todo el viaje y más aun cuando el chico que iba sentado a  mi lado levantaba los brazos uniendo sus manos para apoyar la cabeza y dejaba escapar de sus axilas lo más parecido al olor de un tatami de gimnasio. Después de tres horas llegué a mi destino: Lonavala, o eso creía yo. Por allí no se veía ningún pueblo por lo que pregunté a un policía que por allí andaba y me dijo que el pueblo estaba a unos seis kilómetros, que esperara que seguramente pasaría algún taxi, pero realmente me apetecía caminar por lo que eché a andar con el monzón amenazándome a cada paso que daba. El policía me decía algo, y por los gestos que hacía le quise entender que si estaba loco, que como iba a ir caminando hasta el pueblo. Asentí con la cabeza y seguí mi ruta, convencido de que si iba hasta mi destino por mis propios medios algo divertido me ocurriría, y así fue.
Amiguinos que me fui echando por el camino

Lo primero fue ver como una ardilla salía a  mi paso y me miró fijamente. Me quedé quieto observándola y cuando me dispuse a sacar la cámara de fotos para inmortalizar aquella historia de amor, simplemente desapareció, seguramente consciente de que soy un ser humano y por lo tanto capaz de acabar con su vida en menos que canta un gallo. El camino por aquella carretera pronto se torno en subida a puerto de montaña. Sudaba por zonas de mi cuerpo que jamás pensé que pudiera sudar, pero una brisa que anunciaba que las lluvias no tardarían en llegar, hacía que la subida fuera menos dura. Respiré al llegar a una zona llana y tome aliento para continuar la marcha. 
Y allí estaba ella: una vaca enorme en medio de la carretera, impasible ante el tráfico que por allí pasaba haciendo que los coches, camiones, autobuses y demás vehículos que inundan las carreteras de este país, la sortearan sin apenas inmutarse.

Luego me di cuenta de que es muy común que estos animales sagrados campen a sus anchas por el asfalto, siendo éste el único momento en que los conductores dejan de usar el claxon. Respeto total por este animal.
A mitad de camino poco más o menos sentí detrás de mi el rugir de un potente motor. Al girar la cabeza vi a tres hombres subidos en un tractor y al verme se pararon en el arcén invitándome a subir con ellos y acercarme hasta el pueblo. Allí entablamos una incomprensible  conversación en la que ninguno de los cuatro nos enteramos de nada pero que a la vez hizo que nos riéramos ante aquella situación tan rocambolesca como divertida.
 








Llegué al albergue que había reservado por Internet, alejado del mundanal ruido y disfrute del silencio, el cual me había abandonado desde que tome el avión para venir a vivir a la ciudad de Mumbai, No me podía creer que no hubiera coches, ni cuervos ni nada que no fueran vacas pastando a mi alrededor rodeadas de montañas y una lluvia que volvía a hacer acto de presencia. Disfrute aquel momento como si fuera el último, sin saber cuanto tiempo duraría aquella paz que allí se respiraba. Paseé entre aquellos campos verdes respirando por fin un aire limpio y lo hice hasta que la lluvia se convirtió en aguacero y la noche cayó sobre mi sin apenas darme tiempo a llegar a lo que aquel día sería mi hogar. Pedí una cervecilla para finalizar el día y es ahí cuando me dicen que en época de festivales está prohibido el alcohol…me quedé de piedra, pero por supuesto, respeto, y lo cambié por un poco de agua.  Y luego me fui a dormir, no sin antes ver como un sapo se paseaba por la parte exterior de la ventana, como si con él no fuera la cosa.
 

Por la mañana el monzón desayunó conmigo diciéndome que la visita a las Cuevas de Karla iban a estar pasadas por agua, pero no me importó, ya que estaba allí no iba a dejar que la lluvia me aguara la fiesta, así que bien temprano partí de aquel albergue en el que pasé la noche. Y lo que es la vida, poco antes de llegar a la montaña donde se encuentran las cuevas la lluvia cesó, se quedó suspendida en el aire y me dejó disfrutar de aquella maravilla sin apenas mojarme. Unas cuevas que te transportan más de veinte siglos atrás y te dejan sin palabras ante la belleza que allí se expone. Piedras talladas con la mayor de las precisiones hacen que te quedes sin palabras y pienses en el arte como un regalo del más allá, de un poder divino. El entorno es espectacular: montañas verdes, cascadas y un aire limpio y puro me permitieron gozar de aquello como el que más. Y cuando me disponía a abandonar aquel paraíso vi como a lo lejos, en manada, se acercaban cientos de escolares que venía a disfrutar de un día de excursión en unas cuevas construidas por monjes budhistas allá por el siglo II antes de Cristo. Y con ellos, también llego el agua, por lo que descendí la montaña disfrutando del paisaje, y esta vez si, de un agua que me había respetado y  purificaba aquel momento por el que había pasado.

Porque os aseguro que lo de ir al centro de Osho va a ser que no. Como todo en esta vida, ya sea religión, filosofía o sea lo que sea, todo está envuelto por el manto del capitalismo, del consumismo desmesurado y yo no necesito que nadie me diga lo que tengo que hacer a cambio de un buen puñado de euros. Al final te das cuenta de que todo se mueve por dinero y que realmente la magia de todo está en hacer lo que tu cuerpo y tu mente te piden sin tener que dar explicaciones a ningún enviado.
Buen fin de semana!!!


Karla Caves
El paisaje que rodeada las cuevas es espectacular
El interior de las cuevas
De esta guisa me dejaron al entrar en el Templo...
Arte, arte y más arte
 

Pequeña ventana en el interior de una cueva
Las esquinas parecían tener fuego