lunes, 2 de enero de 2012

El símil


Podríamos empezar este año con un símil: cada día que pasa me doy más cuenta de que está ciudad es como una relación amorosa… (ahora explica eso chaval). Cuando llegué a India, ya casi han pasado seis meses, el encuentro con esta ciudad fue como un flechazo. Todo era tan distinto de lo que había vivido hasta aquel momento que me escabullí en la gran urbe como un gato curioso en busca de nuevos rincones y aventuras cada día. Era como el principio de una relación, un mundo nuevo por descubrir, multitud de sentimientos encontrados poniéndome entre la espada y la pared, haciéndome dudar en si habría acertado al elegir aquella ciudad (pareja) para compartir parte de mis días.  Después del primer tonteo, poco a poco me fui enamorando de este lugar al mismo tiempo que le iba encontrando sus primeros defectos (me imagino que ella a mi también). Una ciudad que te pone un caramelo en la boca y cuando lo vas a saborear, un niño hambriento te pide una rupia para poder comer, con el mundo de las mafias haciendo de sombra a ese momento. Una ciudad tan caótica que roza el orden casi perfecto; cientos de  miles de peatones, mezclados con una marea de coches mucho más que ruidosos y varios tipos de animales conviven sumidos en una atmosfera tan cruel como pura, tan sombría como rítmica. Es una relación de esas que llaman “amores reñidos son los más queridos”. Os juro que a veces me apetece buscar el tapón que se encuentra en el fondo del mar de la bahía de Mumbai y tirar de él para que esta ciudad desaparezca; podríamos relacionarlo con el  primer “rifi rafe” con tu pareja. Pero hay otras veces que me siento la persona más afortunada del mundo, hay momentos en los que el sentimiento que tienes es de tocar el cielo con las manos, y permítanme la comparación, como si de un “orgasmo urbanita”  se tratara. Mumbai es un tira y daca, un blanco o negro ya que el gris  se esfuma para dar color a la contaminación ¡es tan parecido a una relación amorosa! Otras relaciones, las casi perfectas,  existen cuando vuelves a tu tierra, a tu casa, con los tuyos, el tiempo que sea. Ver sus caras, sentir su cariño, disfrutar de esos momentos irremplazables los convierten en casi perfectos, y digo casi porque no pude ver a todas las personas que me hubiera gustado besar y abrazar. Han sido ocho días intensos, de reencuentros, de alegrías y de una sensación que sólo se tiene cuando duermes en la habitación de cuando eras niño. Y una niña de dos años y medio me abrazó como nunca lo había hecho antes, y ahí si, ahí conseguí tocar el cielo con los dedos. Ainnssss J
A los que os he visto, puedo deciros que sois taaaaann importantes en mi vida que esté donde esté siempre estaréis conmigo. A los que no os he visto os digo lo mismo y además ya podéis perdonarme y deciros que os debo una y de las buenas, palabra de Raposu. Y a todas las demás personas que leáis esto desearos lo mejor de lo mejor para este nuevo año que acaba de empezar, que la suerte y la salud os acompañen los trescientos sesenta y seis días que están por venir.
 Aquí empezamos el año unas cuantas horas antes que la mayoría de vosotr@s y fue de lo más divertido. Muchas veces pienso que cuanto más planeas algo sale peor que si vas a la aventura, al menos las expectativas desaparecen y se convierten en un “a ver que pasa”. El día de nochevieja decidimos cenar en casa del “Chef de Santiago” para después subir al norte de la ciudad a una fiesta en la terraza de la casa de un chico de Mumbai y que ninguno de los cinco que cenamos juntos conocía. Una mexicana, un mexicano, un colombiano un gallego y un asturiano en dos rickshaw  rumbo norte, hacia el barrio de Yuhu. Yo pensaba que íbamos a juntarnos unos amigos de unos amigos allí, en una terraza, y al llegar a la fiesta, ¡la fiesta era un fiestón! Con camareros y pinchadiscos.  Y allí, al ritmo de India bailoteamos para celebrar que seguimos vivos, y que para cada un@ de vosotr@s esto sea por muchos años.  ¡¡¡FELIZ 2012!!!!