lunes, 31 de octubre de 2011

Sonrisas y lágrimas

Al día siguiente por la mañana, después de desayunar con el Taj Mahal de fondo, cogimos el tren que nos llevaría a Jhansi. Los vagones abarrotados y la imposibilidad de subir al tren nos hizo dudar si meternos en el vagón de las mujeres (éstos existen por razones obvias) pero no nos pareció muy buena idea, por lo que nos subimos, con el tren ya en marcha, en un vagón cama. 


En las casi cinco horas que creo que duró el viaje por lo menos cien personas pasaron a ofrecer algo, ya fuera comida, bebida o una ayuda para sobrevivir en el cruel mundo de la pobreza y las mafias.










Llegamos a Jhansi, un ciudad con poco más de medio millón de habitantes, y creerme si os digo que la mitad estaban esperando la llegada de los viajeros, en dos filas, dejando un pasillo en el medio para que pasarás por allí y  poder convencerte de que su rickshaw era el mejor, el más bonito y el más barato. Aquí os dejo un video para que podáis entender lo que es la salida de la estación de trenes. Pincha aquí para ver el vídeo



Tras unos quince kilómetros en richshaw aparecimos en Orchha antes de que se pusiera el sol. Un pequeño pueblo fundado en 1501 y rodeado de templos, vegetación y el río Betwā, un lugar perfecto para darse un chapuzón.




Anochece en Orchha



















Aquella tarde y desde lo alto de un templo, vimos al sol esconderse mientras los buitres volvían al lugar donde pasan las noches, justo encima de nosotros.










Amanece en Orchha
Por la mañana el sol amenazó desde bien temprano, así que con su salida recargamos pilas, seguimos al instinto y fuimos en busca de parajes poco frecuentados, con el río como guía. Mientras tanto, India seguía celebrando Diwali.
Pasamos dos días en aquel pequeño pueblo, intentando permanecer alejados de las multitudes y del ruido, sabiendo que la paz se terminaría cuando volviéramos a la capital.






Y como el tiempo vuela y aquí las distancias lo empequeñecen, tocaba volver a Delhi. Conseguimos dos billetes de tren de aquella manera. El vagón en el que nos subimos nos pareció algo de otro mundo. Era puro lujo en India. Viajamos una hora en clase ejecutiva, con su pertinente tentenpié nada más sentarnos y unos asientos reclinables que presagiaban un viaje de lo más cómodo. Pero duró eso, una hora. El revisor nos pidió los billetes y fue ahí donde nos devolvieron al mundo real. Un par de clases más abajo estaban nuestros asientos. Pero el mundo real nos recibió con otra cena nada más sentarnos ¡eso si que es suerte! Y en ningún momento nos quisimos colar en aquel vagón a todo lujo, simplemente nos confundimos. Sino el Karma no nos habría regalado dos cenas J

Esto fue lo más cerca que estuvimos de ver a Metallica
En Delhi nos esperaba otro de los platos fuertes del viaje, ¡¡íbamos al concierto de Metallica!! La verdad que no podía haber un final más legendario para este viaje: ir con un “fan a todo riesgo” de esta banda, como es mi amigo Gus y además en India… ¿qué sería lo siguiente? Sin duda era algo realmente excitante. Pero lo siguiente no tardó en llegar. Atravesamos la ciudad en metro hasta llegar a Gurgaon. Allí se iba a celebrar un hecho histórico. Por primera vez en India, Metallica iba a hacer sonar su música para las treinta mil personas que abarrotarían el recinto. Nada más llegar, y como se suele decir, ¡¡zas!! la primera en la frente. Las tres puertas de acceso al recinto estaban hechas con bambú, por lo que antes de que las abrieran, una ya había cedido. A partir de aquí, ya, todo fueron incongruencias, que por citar alguna os diré que estaba totalmente prohibido fumar en el recinto y allí vendían tabaco. Pero bueno, eso fue “pecata minuta”. El escenario en el que iban a tocar era muy parecido al último que recuerdo en las fiestas de mi pueblo: estupendo para la verbena que reúne a mil personas bailando “Moliendo café” pero no lo suficiente para ver a Metallica en la capital de India. Las vallas de seguridad entre la banda y el público eran también de bambú, supongo que del que les sobró de las puertas de entrada, que por cierto hacían la función de salida y de emergencia. Por supuesto, estas vallas de contención cedieron nada más llegar el público, embrutecido por ver a su banda favorita. Lo que sigue, todo el mundo se lo puede imaginar: el concierto, obviamente se aplazó para el día siguiente. Esta noticia no gustó mucho entre las casi treinta mil personas que esperaban al sol durante más de tres horas el comienzo del concierto. La noticia fue recibida como una declaración de guerra. Gran parte del público se subió al escenario, destrozo todo lo indestrozable, y descargó toda su ira contra nada. Y digo contra nada porque lo único que consiguieron fue que el concierto se cancelará definitivamente, dejando escapar el sueño de otros muchos que allí se encontraban, dispuestos a colaborar para que aquel momento no terminara como el rosario de  la Aurora. ¿Los culpables? Por supuesto los organizadores, cuatro de los cuales ya están en la cárcel, y los bestias que acuden a conciertos y que cuando algo no sale bien, solamente conocen el verbo destrozar. Fue patético ver como aniquilaban todo lo que salía a su paso: instrumentos, escenario, altavoces.
Derrotados, aturdidos y enfadados, cogimos el metro de vuelta a nuestra habitación. No queríamos saber nada más por aquel día. Sinceramente fue como un jarro de agua fría, pero luego pensándolo bien, quisimos creer que aquello había pasado por algo: no era el lugar adecuado para ver un concierto de ese calibre, quizás todo hubiera terminado peor si se hubiera celebrado. Estoy seguro que el destino me volverá a dar la oportunidad de verlos en algún otro lugar del mundo, más seguro y con mejor sonido.

El viaje llegaba a su fin, era hora de separarme de mi amigo y compañero de aventura, dejando para el futuro un nuevo encuentro, un nuevo sueño que cumplir. Que así sea.

























FELIZ SEMANA!!

domingo, 30 de octubre de 2011

Sube y baja

Up and down, subidón y bajón. Eso es lo que mejor define a este país. Pensé que era cosa mía pero me he dado cuenta de que es el sentimiento de un altísimo porcentaje de las personas que viajan a este país (siempre están los iluminados de turno que dicen que esto es el mejor lugar del mundo). He estado una semana recorriendo una mínima parte de este lugar y si estando en Bombay cada minuto se convierte en ciento ochenta segundos, cuando te lanzas a la aventura simplemente cada minuto se convierte en una hora.
Todo empezó el domingo pasado a eso de las seis de la mañana. Yo era un manojo de nervios, primero porque me iba a encontrar con mi amigo Gus al que hacía más de un año que no veía, y segundo porque era hora de viajar por este subcontinente, sin tener muy claro la ruta a seguir; y no es que eso me ponga nervioso ya que esa ha sido mi forma de moverme siempre, pero aquí, en un país en el que planear algo puede tanto ahorrarte seis horas de un día como puede hacerte comprender que planear no es sinónimo de acertar, el ir a lo que salga daba más sentido a la palabra aventura.
Llegué a Delhi a primera hora, cuando el sol acababa de despertarse y hacía preveer que sería un día muy caluroso. Me sorprendió ver que las carreteras estaban asfaltadas, que las orillas de las mismas eran parques y zonas verdes, que la capital de India iba a ser una ciudad limpia y ordenada; no me lo podía creer… y no fallé. Unos kilómetros más adelante volví a la realidad y me sumergí otra vez en el caos infinito; cientos de miles de coches, motos, vacas, rickshaw, gallinas, millones de personas y un alto grado de contaminación tanto ambiental como acústica, gobernaban el caos de la enorme ciudad india. Al llegar a la estación principal de trenes de Delhi mareas humanas iban de un lado a otro esquivándose unos a otros y sorteando todo aquello que les salía en su camino; y allí, en medio de aquel enorme revuelo pude distinguir a la persona que estaba buscando y por fin empezar el viaje juntos.
La Guest House donde nos quedaríamos la primera noche era de lo más, ¿como diría yo?, de lo más salvaje. Un árbol, y todo un ecosistema, crecían en el baño abriéndose paso por la pared que daba a la habitación. Yo sabía que no era bueno dormir con plantas en tu lugar de descanso, pero ¿un árbol? de eso nunca había oído hablar. Allí dejamos nuestros enseres y salimos a la calle, sin saber a lo que nos exponíamos. Nos dirigimos al Fuerte Rojo por una calle en la que creo que había más personas por metro cuadrado de las que debería estar permitido por ley. No se si sería por Diwali, o por Delhi, o por que simplemente es así, pero una persona más allí y aquello colapsaría. 
 




Y ¿el Fuerte Rojo? Un pequeño oasis en el desierto de multitudes. El calor hacía de las suyas así que un enorme árbol nos daría cobijo; era hora de hacer una pausa en el camino para asimilar lo que en tan solo dos o tres horas nos había pasado. Una familia de indios nos vió y no dudó en acercarse a nosotros para compartir aquella sombra y entablar una conversación basada en las cuatro cosas que sé decir en hindí para el deleite de aquella buena gente, que se reían un montón cada vez que decíamos una palabra en su idioma.
 







El día transcurrió sin muchos más sobresaltos que los ocasionados por el desorden casi ordenado de una gran ciudad, unido al planteamiento de cual sería nuestro siguiente paso. Decidimos ir hacia el sur de Delhi, camino hacia uno de mis sueños. El autobús nos pasaría a recoger a las seis de la mañana y sería un trayecto de unas tres horas, auque en realidad nos recogió a las ocho y pico y el viaje duró algo más de cinco horas, por lo que la llegada a nuestro siguiente destino se retraso hasta que el sol estaba justo encima nuestro y golpeaba con todas sus fuerzas. Habíamos llegado a Agra.

En el autobús, con sus ventiladores adosados, conocimos a unos niños indios que formaban parte de seis familias que viajaban juntos hacia uno de los lugares más impresionantes que jamás he visto. Nos deleitaron con sus canciones típicas de excursión tipo “Un flecha en un campamento”, y lo que en un principio parecía que iba a ser un viaje plagado de griteríos infantiles terminó siendo un ameno intercambio de palabras con aquellos niños sedientos de conocimientos hacia lo desconocido, hacia nosotros. Y viceversa.
Me habían dicho que Agra era un lugar horrible, sucio, y caótico, y como siempre suele ocurrir, la visión de los sitios depende de los ojos que los miren. No voy a decir que fuera un lugar hermoso, limpio y ordenado, ni mucho menos, pero ¡¡tanto como horrible!!. Calles estrechas  repletas de vendedores avanzaban hacia lo que sería el momento cumbre del viaje. Siempre que veía una foto de este lugar me juraba a mi mismo que algún día lo visitaría; que algún día me encontraría cara a cara con él, y así fue. El templo dedicado al amor por una mujer se alzaba delante de mi, imponiendo su salvaje y pacífico poderío, haciendo que tu persona, al menos en ese  momento, fuera insignificante para el mundo. 
El Taj Mahal; toneladas de mármol blanco, colocados perfecta y matemáticamente servían y servirán de reposo durante la eternidad a Mumtaz Mahal, la esposa favorita del emperador musulmán Shah Jahan, quien  mandó construir este complejo de edificios y que servirían como tumba para su amada una vez que ella  falleciera dando a luz por decimoquinta vez. Se tardaron más de veinte años en construirlo y a día de hoy, los dos cuerpos descansan bajo su enorme cúpula,
El sentimiento que me produjo este encuentro tan esperado solo podría compararlo al que padecí al sentir la fuerza del agua en Iguazú, o a la explosión de energía que mi cuerpo experimentó al cruzar las puertas de Santa Sofía en Estambul. Brutalidades moldeadas por la madre naturaleza y por las manos humanas, respectivamente.

Con el desgaste de energía que supone encontrarte con el Taj Mahal, el cansancio se apoderó de nosotros. Aquella noche me dormí con la sensación de haber cumplido otra de mis metas en la vida. Pude soñar con un sueño cumplido, me volví a dar cuenta de que tus sueños se pueden convertir en realidad en el momento que tu los quieras hacer reales, si de verdad lo deseas, con el tiempo llegan.






 Continuará...

jueves, 20 de octubre de 2011

Trimestres


Hoy hace tres meses que llegué a la ciudad de Mumbai, lo que conlleva que lleve tres meses viviendo en India. Creo que los días de los calendarios no deben marcar el ritmo de tu vida, pero si que ayudan para recordar periodos de tiempo tan intensos como este por él que estoy pasando, en el que sino todos los días… todos los días ocurre algo nuevo. Por lo que para los diez meses que voy a estar aquí, periodos de treinta días son una buena medida para poder asimilarlo casi todo; y ahora, cuando se cumplen tres periodos …¡¡Vuelven los festivales a India!! y esta vez lo hacen con todo el equipo. Llega Diwali  fiesta religiosa conocida también como el “festival de las luces” y se celebrará durante varios días en todo el país, sobre todo en el norte, un nuevo festival que me dicen que es algo parecido a  la navidad en España, es la entrada del nuevo año hindú. Esto  nos dejará celebrar, cada uno a su manera y Dios en la de todos, unos cuantos días para hacer lo que queramos o podamos. Viajar aquí no es caro, a no ser que lo dejes para el último momento.  Aquí lo que duelen son las horas y los kilómetros, esto es ¡¡tan grande!!  Las familias y los amigos se recorren el país para celebrar con los suyos una de sus fiestas más importantes, así que este sábado me voy a encontrar con un viejo amigo en un lugar, para intentar recorrer una pequeña parte de este gigante asiático. Nuestro plan está más o menos trazado, pero el futuro es mejor dejarlo venir, no hablar de él antes de que llegue, así que el itinerario me lo guardaré para escribirlo dentro de una semana, cuando vuelva de esta, mi primera gran aventura en India. Los anteriores viajes fueron preparándome poco a poco: la llegada a Bombay, las distancias que no siendo muy largas en el espacio lo son en el tiempo, una isla “encuevada” que parecía una selva, y la paz de Goa, me hicieron ver la cantidad de mundos distintos que hay en este enorme mundo que es India.

Tres meses en los que no me ha dado tiempo a aburrirme casi ni un minuto, La vida en la calle es tan intensa que se mezcla en tus sueños con disparatadas aventuras oníricas mientras duermes. Ya lo dije una vez, aquí sueño mucho más y más intenso. Una hora se convierte en ciento ochenta minutos multiplicando por tres tus vivencias.
Así que  la próxima semana os podré contar un poco de lo que se cuece en algún lugar de un gran país, como  decía Duncan Dhu.



“Aquí sigo esperando mi papel en Bollywood, sentado al lado del teléfono”  :P


FELIZ SEMANA Y FELIZ DIWALI



sábado, 15 de octubre de 2011

Y sigo sin entenderlo


Ya hace más de siete días que no os voy a visitar en vuestras pantallas, pero creedme que no ha sido por desgana o falta de motivación. Esta última semana ha sido un poco caótica en todos los sentidos. Después de la última aventura de recogida de premios sin haber hecho nada para merecerlos, el mundo del cine continuó presente en mi vida. Por motivos laborales tuve que representar al turismo de España en una feria e intentar que los productores y directores de Bollywood eligieran ese país como destino para sus próximas filmaciones para la gran pantalla. Y aprovechando que el Nalón pasa por la Cuenca utilicé mis mejores armas para hacer contactos y así, de una vez por todas, formar parte como extra en una película india. Los contactos están hechos y las cartas sobre la mesa, así que simplemente me toca esperar para que la oportunidad llame a mi puerta para colarme en ese mundillo. Está claro que si no le echas cara a la vida, las oportunidades no aparecen por si solas.

Recuerdo que al poco de llegar aquí, la gente me preguntaba si había racismo en este país, y hoy estoy dispuesto a contároslo, le pese a quien le pese. Por supuesto que lo hay, lo hay en cada esquina, en cada familia que duerme en la calle, hacia cada niño que no tiene ni un simple calzón que ponerse y deambula desnudo por las sucias aceras de esta ciudad. Lo hay hacia, lo que aquí llaman, castas inferiores. Está mal visto que yo lave el plato y el vaso que ensucié durante mi almuerzo, porque según la gente, para eso están los “inferiores”. Me hierve la sangre y desobedezco las normas establecidas. Tengo dos manos, cinco dedos en cada una, por lo que ¿por qué no voy a lavar yo lo que he ensuciado? A veces las normas están para eso, para saltárselas (y sino que se lo pregunten a los que las redactaron). También me hierve la sangre ante la escasez de las palabras “gracias” y “por favor” hacia los trabajadores de “menos rango” Me lo habían avisado antes de venir: “Todas las normas de educación que has aprendido hasta este momento, no servirán de nada en India”. Me sorprende el respeto que le tienen a las vacas y sin embargo no hacia otros humanos, por lo que estoy seguro que una gran cantidad de personas les hubiera gustado haber nacido con cuernos y hacer “muuu” en vez de hablar. A veces me preguntan porque la gente de seguridad de los lugares que frecuento y las personas que prestan sus servicios para abrirte la puerta cuando vas a entrar en algún local,  me saludan siempre con una sonrisa. Simplemente es porque nos tratamos como lo que somos: seres humanos. He sentido en mis carnes el rechazo por ser diferente no sin antes desaprobarme con una mirada de desprecio. Es un sentimiento de humillación que no se lo recomiendo ni a mi peor enemigo. Y esto me ha llevado a comprender que si eres una persona racista solamente puede ser por dos causas: Una es que no hayas sido educado con el concepto de igualdad presente y la otra es más simple; es que no sabes de lo que hablas. No logro entender que alguien que ni te conoce te odie por ser de otro color, o de otra religión o de otro país. No puedo entender que en pleno siglo XXI las personas se sigan odiando, sin saber, que la vida es mucho más placentera cuando el sentimiento de odio no está presente. No logro entender que no nos demos cuenta que cada minuto que malgastas despreciando a alguien es un minuto que pierdes de poder aprender algo de la persona que tienes enfrente. Son tantas cosas que no consigo comprender de este mundo, que regresaré hasta una de las entradas que escribí hace unas semanas para continuar con el sueño que allí empecé, ausente de desigualdades.

Afortunadamente, no todo el mundo es así y hay millones de personas en este país y en el mundo entero que siempre te reciben con una sonrisa, y la energía que desprenden es positiva. Y que así sea por muchos años
Amaneciendo en Goa

Anocheciendo en Goa

¡¡¡Suerte y feliz fin de semana!!!

viernes, 7 de octubre de 2011

Solo se vive una vez


Esa es la traducción del título de la exitosa película de Bollywood grabada en España, o lo que es lo mismo Zindagi na milegi dobara, aunque también es una de las verdades universales por excelencia, por lo menos hasta que se demuestre lo contrario. No voy a entrar en debates religiosos ni mucho menos, pero hasta el día de hoy sólo conozco una vida, así que me dedico a vivirla como si fuera la última. Para quien no haya visto este road trip os contaré que trata de tres amigos indios que deciden viajar al país de la paella y la siesta para disfrutar de la despedida de soltero de uno de ellos. Allí se dan cuenta que la vida es para disfrutarla, vivirla y aprovecharla ya que nuestros días en el mundo terrenal están contados y cada minuto que perdemos no volverá. La película me pareció bastante maleja pero bueno, el significado es una forma de vida, mi forma de vida. ¿Y por qué hago publicidad gratuita de este film? Pues porque gracias a él me están ocurriendo cosas en este país que si me lo juran antes de venir no me lo creo. Como ya sabéis no hace más de tres semanas vinieron a Bombay dos pedazo de artistas del mundo del flamenco y la cantante del super hit “Señorita” y  gracias a eso dormí en un hotel de lujo. Pero lo de ayer… lo de ayer no tiene nombre. Nos invitaron a una especia de feria en la que diversos países venden sus encantos a los productores de Bollywood para que vayan a rodar sus películas allí. La verdad sea dicha, que un viernes por la tarde noche, lo que menos me apetecía era pasarme casi dos horas metido en un taxi para llegar al lugar donde se celebraría el evento, pero bueno, me comentaron que duraría poco y que después habría un cocktail (que cursi es esta palabra pero que rico que está todo) y que sería divertido. Como es costumbre en este país el acto comenzó con más de una hora de retraso y los inicios fueron duros. Mi estomago no hacía más que protestar, eran casi las diez de la noche y aquí comemos a la una del medio día, por lo que ya iba siendo hora de probar los manjares indios que nos tenían preparados. Pero antes de eso, una sorpresa estaba por llegar. Resulta que la feria también era una entrega de premios cinematográficos y, por supuesto, la película Zindagi na milegi dobara estaba nominada a varios de ellos. ¿Y qué es lo que ocurrió? Pues que lo que iba a ser en un principio un “gorroneo” de comidas y bebidas se convirtió en aplausos y felicitaciones y la recogida de cuatro estatuillas al más estilo “Oscars de Mumbai”. Como éramos los únicos “representantes” de la colonia española en la sala, pues los premios a la mejor película, mejor director y alguna cosa más recayeron en nosotros. Éramos los Garci de la noche, los Bardem de la sala. No nos lo podíamos creer, acudir a un acto sin tener muy claro a lo que íbamos y terminar recogiendo cuatro premios cegados por los flashes de las cámaras, eso, solamente puede pasar en este país. Durante el pinchoteo de después nos felicitaban como si nosotros tuviéramos algo que ver en la película, así que os podéis imaginar la risa que pasamos y durante más de una hora pude sentirme como Berni Tarantino. Ver para creer.
Y aprovechando la circunstancia, quiero dedicar el premio a una persona muy querida por mi, y que este año cometí el error de olvidarme de su cumpleaños. Son tantas las cosas que te ocurren en India, que a veces te superan y hacen que te olvides de los pequeños detalles que hacen grande a la vida. Como diría Pedrito Almodovar, quiero dedicar el premio a mi hermanina Aroa, a la virgen del Pilar y a todos los santos puestos en fila. Y que cumplas muchos más y así de bien. Larga vida a mi gente!!
Salud y suerte

jueves, 6 de octubre de 2011

Experiencias diarias



 Tan solo con pisar la calle en esta ciudad un sin fin de aventuras se acoplan a tus pasos tirando por la borda todo lo que creías. Hace pocos días os contaba que ya no abro la boca cuando deambulo por ahí, ya que, el infeliz de mi pensaba que estaba acostumbrado al ritmo y danza de esta ciudad; una cosa es pensar y otra corroborar. Hoy me he dado cuenta que la caja de sorpresas que esconde esta jungla metropolitana es mucho más extensa que mi capacidad de imaginación.

En medio del tráfico con el carro de patatas
Hoy es el día grande de un nuevo festival que se está celebrando estos días en India (Dussehra) y las calles vuelven a estar adornadas con miles de luces y música ruidosa que hacen que el pitido de los coches quede en un simple murmullo que recorre la cuidad. Y como aquí, cada Dios tiene un festival, hoy tampoco hemos trabajado. Por la mañana me invitaron a la inauguración de una tienda que el padre de uno de mis amigos indios abría en un barrio no muy lejano a mi casa. Hacia allí me dirigí sin tener mucha idea cual era mi destino, pero  al llegar me di cuenta rápidamente donde tendría lugar el festín. Una inmensa multitud de gente se amontonaba enfrente de un pequeño local que a partir de hoy se convertiría en una empresa familiar que se dedica a purificar el agua de Bombay. No hace falta decir que mi llegada revolucionó, más si cabe, a la muchedumbre que allí se juntaba (volví a sentirme el blanco imperfecto de todas las miradas). La gente se acercaba a mi y me daba la mano, me saludaban sonreían como si aquella reunión fuera en mi honor. Me dijeron que al acto inaugural acudiría un ministro del estado de Maharashtra, del que Mumbai es la capital. Éste llegó con más de media hora de retraso y fue recibido con pétalos de rosas, petardos y aplausos. Os tengo que confesar que eso no fue lo que más me impactó, ya que las flores en este país se utilizan para casi todo y los petardos ruidosos son como el pan de cada día. Lo que realmente me llamó la atención fue ver al ministro vestido con su camisa y su corbata y un elegante pantalón  acompañando su vestimenta con unas chanclas de playa y unos calcetines al más estilo guiri de Benidorm. El acto consistió en dar regalos al político de turno y comer guara paos (una especie de hamburguesa india) y unas patatas fritas. Después me presentaron a los padres de mi amigo y como indio blanco que ahora soy, me agaché y les toqué los pies (señal de respeto en este país). Después de comer la gente se esfumó dejándome claro que en cualquier parte del mundo lo más importante de una inauguración es comer “de papo”.  Y como hoy era día no laborable, me dediqué a caminar bajo los treinta y seis grados que calentaban la ciudad.

Baños públicos
Ya por la tarde me acerqué a la farmacia a comprar cereales, pan y agua (si, si, a la farmacia) y después de que se me colaran cinco o seis personas el hombre que estaba atendiendo se acercó a mi, me miró y ni corto ni perezoso empezó a buscar dentro de su nariz algo con tanta ansiedad que preferí no mirar. Cuando acabó, me miró otra vez y me preguntó que quería… “nada,” pensé para mi, ¡¡por lo menos hasta que te laves las manos!! pero esto es India, así que sin más le pedí lo que había ido a buscar, pagué y me fui, con la extraña sensación de que al llegar a casa me podría encontrar una sorpresa en mi compra. Afortunadamente no fue así. Y a continuación intenté comprar tabaco en cuatro sitios distintos; y fueron cuatro ya que en todos me intentaron ver la cara y cobrarme unas cuantas rupias más por el maldito vicio ¡y yo que creía que se me había quitado la cara de guiri!

Así que seguiré alucinando con el día a día, seguiré abriendo la boca para no dejar escapar ningún instante de esta oportunidad que me ha dado la vida, eso si, sin la presencia de mi querida prima, que ya ha abandonado el sueño indio regresando a la verde Asturias con los suyos. Y como ya le dije a ella antes de marchar, Anina, has sido un soplo de aire fresco en mi vida en la loca India.

SALUD Y BUEN FIN DE SEMANA

martes, 4 de octubre de 2011

Distancia entre dos mundos


Según mis últimos experimentos científicos la distancia entre dos mundos es de cuarenta y cinco minutos en avión. Para experimentar esta sensación  es necesario viajar a Mumbai, dirigirte al aeropuerto de vuelos nacionales y tomar un vuelo a Goa. En poco menos de una hora habrás cambiado la jungla metropolitana por la jungla de la naturaleza.
No se sabe muy bien quién fue el primer europeo en pisar India, unos dicen que fue Vasco de Gama, otros que Marco Polo, incluso se habla que fue Alejandro Magno; lo que si se, es que los portugueses llegaron a Goa y decidieron quedarse (no saben nada en el país vecino). Playas que invitan al cuerpo a permanecer en estado de relajación;  palmeras que dan sombra a la sombra de la paz, pajarinos que te despiertan por la mañana haciendo que te olvides del graznido del cuervo, tu fiel aliado a la hora de levantarte para ir a trabajar; incluso cuando tocan el claxon suena diferente, simplemente es una pequeña rotura en el silencio en la pacífica vida de la isla de Goa ( y ya se que no es una isla pero la sensación que allí tuve sólo la había sentido  cuando caminé por pedacitos de tierra en medio del océano).

 La sensación de vivir en medio del barullo y del orden caótico día a día, hace que endurezcas la piel que cubre tus sentimientos, apartando de tu mente todo lo que te rodea para sobrevivir al ruido, a la contaminación y las mareas humanas que habitan esta urbe.

 Pero cuando cambias el mundo terrenal por el paraíso, tu carcasa se transforma en una esponja que absorbe cualquier sensación,  cualquier movimiento hace que te sientas vivo, atento a todo lo que a tu alrededor se mueve, para  no dejar escapar ni tan siquiera el vuelo de una familia de mariposas que nos dio la bienvenida al llegar, justo antes de que veinte taxistas se acercaran a nosotros para montar allí una especie de mercadillo de precios y tarifas por llevarnos a Palolem, el epicentro de mi nuevo oasis en la caótica y inconmensurable India. Un pequeño pueblo de pescadores que cada vez atrae a más turistas en busca de paz y bienestar y que huyen del norte del estado de Goa, en el que la fiesta, los mercadillos  y el trance son su bandera, y como mi barrio es un autentico mercadillo diario, la fiesta no es un elemento presente en mi actual vida y el trance es mi estado desde que llegue a este país, Palolem es el lugar perfecto para romper con los elementos que gobiernan el norte de la región. Con unas chanclas (o cholas si eres de Canarias) y un bañador, la vida transcurre sin prisa y con mucha pausa en mi nuevo paraíso, ajeno al mundo que le rodea, ajeno al progreso. 




Pequeñas callejuelas sin asfaltar, vacas en cualquier esquina del pueblo, pequeños restaurantes rodeados de árboles y una música relajante que hace de banda sonora, te transportan al mayor de los estados de relajación que he experimentado en esta corta vida. Allí el tiempo no pasa, simplemente transcurre y se deja llevar por tus pasos, tu marcas el ritmo.


He pasado mi infancia muy cerca del país luso, ahora he gozado de una de sus antiguas colonias y me quedo con la frase de Siniestro Total, uno de los grupos que más veces he cantado en esta vida: Menos mal que nos queda Portugal

SALUD Y MUCHA SUERTE